NAVIDAD EN PAZ Y SIN SECUESTRADOS

Mañana será Navidad. Y el mundo entrará por unos días en una de las épocas más hermosas del año. En medio de tantas tormentas, de tanta injusticia social y tantos retos para la humanidad, como la guerra y el cambio climático, estar en familia, con los seres que amamos y nos aman, nos permite recargar las baterías y tener confianza en el futuro.

Navidad para mí es una de las fechas más hermosas, porque siempre he estado en familia, con mi madre y mis hermanos, con Rosita, nuestros hijos y nietos. Y disfruto mucho las tradiciones colombianas, en medio de mis recuerdos de infancia con mi padre, cantando y riéndonos en casa.

Sé que no todos los colombianos tendrán las mismas oportunidades de estar en casa con los suyos. Ni de compartir el calor de un abrazo o recibir un regalo. Pienso en el dolor de los soldados y policías secuestrados por las Farc, algunos desde hace 12 años, quienes han permanecido atados a los árboles, víctimas de toda clase de vejámenes contra su dignidad, impotentes ante la adversidad, sin que nadie pueda encontrar la llave que les devuelva la vida.

Me duele el sufrimiento de sus familiares y me atormenta que sigan siendo el símbolo de la tragedia colombiana. Cómo no indignarse por cada día que ellos continúan pudriéndose en vida. Navidad para ellos, y para sus esposas, hijos, padres y hermanos, seguirá siendo una tristeza infinita y una soledad sin nombre.

El mejor regalo que podríamos tener en este fin de año sería alcanzar su liberación inmediata. Pero ese milagro no ha sucedido porque ni los tres Reyes Magos han podido conmover el corazón de quienes tienen las llaves de las cadenas que los atan a esa ignominia. De los plagiarios, que los convirtieron en un botín de guerra y luego en su peor derrota política; pero también de quienes han impedido que el profesor Moncayo se abrace con su hijo, secuestrado hace 12 años.

La Navidad tampoco será alegre para la familia del Gobernador del Caquetá, Luis Francisco Cuéllar, plagiado por las Farc en su propia casa.

Cada año, los colombianos pedimos que suceda la liberación de todos los secuestrados. Este año se logró el regreso de algunos, gracias a la gestión de Piedad Córdoba y a la acción de las Fuerzas Militares. Pero no es suficiente. No habrá Navidad feliz hasta que en Colombia desaparezca el secuestro, ningún niño se muera de hambre, regresen a sus casas los cuatro millones de desplazados víctimas de la guerra, estemos reconciliados con los países vecinos, tengamos un horizonte de convivencia y nos reconozcamos como una nación tolerante y democrática.

A mis amigos en toda Colombia les deseo una feliz Navidad. Los invito a luchar con fe y esperanza por un nuevo país. Con Rosita, nuestros hijos y nietos encenderemos mañana una vela y rezaremos una oración para que pronto hallemos la paz que nos merecemos.

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